A pesar de los esfuerzos del Kremlin por ocultar la ofensiva en Ucrania, los costes de la guerra ya eran evidentes en la agitación económica y social
El presidente ruso, Vladimir Putin, ha provocado una crisis para su país, en su economía e identidad.
El Kremlin está ocultando a su pueblo la realidad del ataque a Ucrania, incluso reprimiendo a los medios de comunicación que lo llaman “guerra”.
Sin embargo, la carnicería económica y la agitación social causadas por la invasión de Putin son cada vez más difíciles de esconder.
Las compañías aéreas han cancelado los vuelos a Europa, que antes eran muy frecuentes. El banco central enfrentó dificultades para entregar billetes de rublos cuando la demanda de efectivo se multiplicó 58 veces. Los economistas advirtieron que habrá una mayor inflación, una mayor fuga de capitales y un menor crecimiento; y la agencia de calificación crediticia S&P bajó a Rusia al estatus de “basura”.
El énfasis en ocultar el verdadero alcance de la guerra fue una señal de que el Kremlin teme que los rusos desaprueben una invasión violenta y a gran escala de Ucrania, un país donde muchos millones de rusos tienen familiares y amigos.
Aun así, más figuras públicas vinculadas al Estado se pronunciaron en contra de la guerra, incluyendo a un legislador del dócil Parlamento ruso. Los empresarios trataron de evaluar las consecuencias de una crisis económica que parecía estar comenzando, incluso antes de que las sanciones estuvieran vigentes.
Enfrentándose a la mayor prueba de su capacidad de distorsión de la realidad, la maquinaria propagandística del Kremlin parecía mantener a raya la oposición generalizada a la guerra, al menos por el momento. No había indicios de que la guerra pudiera afectar al poder de Putin y, en caso de una victoria veloz, los analistas señalaron que podría acabar reforzándolo.
No obstante, los enormes riesgos de la guerra, junto con la presión económica a la que se vio sometido el país de repente, han creado una realidad nueva y más traicionera para el Kremlin y los 145 millones de habitantes rusos.
Los rusos se han quedado atónitos al ver lo rápido que se ha hecho sentir el impacto económico de la guerra. El rublo alcanzó su nivel más bajo frente al dólar, que este lunes cotizó a 100 rublos frente a los 74 de hace unas semanas. Eso hizo que los precios de las importaciones se dispararan, mientras que las sanciones a los principales bancos rusos causaron estragos en los mercados financieros y las nuevas restricciones a las exportaciones amenazaban con crear caos en las cadenas de suministro.
“Los que gritan que Putin es grande y le aplauden ya no exclaman tan fuerte”, comentó Lalya Sadykova, propietaria de una cadena de salones de belleza en San Petersburgo. “Están conmocionados por lo que está ocurriendo, por la rapidez con la que están cambiando los precios y por cómo los proveedores están dejando de suministrar”.
El director general de uno de los más grandes minoristas de productos electrónicos de Rusia, DNS, señaló el jueves que la escasez de suministros había obligado a su cadena a subir los precios alrededor de un 30 por ciento. Días antes, el director general, Dmitri Alekseyev, había publicado en Facebook: “Por mi vida, juro que no puedo entender por qué Rusia necesita declarar una guerra”.
“Entiendo que los precios en las tiendas provoquen frustración”, escribió Alekseyev. “Pero esa es la realidad”.
S7, la segunda aerolínea más grande de Rusia, suspendió todos sus vuelos a Europa debido al cierre del espacio aéreo a las compañías rusas, una primera señal de que los viajes baratos y fáciles a Occidente a los que se habían acostumbrado los rusos de clase media podrían ser parte del pasado. Las fotografías de los minoristas cambiando o eliminando sus etiquetas de precios se volvieron virales en las redes sociales.
“Todos estamos esperando ver qué sucede a continuación”, comentó Anastasia Baranova, describiendo una ola de cancelaciones el viernes en el hotel que dirige en San Petersburgo. “Es como si todo el país estuviera en pausa”.
El Kremlin se apresuró a reafirmar su discurso, señalando el comienzo de una fase nueva y más brutal en la represión de la disidencia, que ha ocurrido desde hace mucho. El regulador gubernamental de las comunicaciones frenó el acceso a Facebook y advirtió a diez medios de comunicación rusos que sus sitios web podrían ser bloqueados. La ofensa declarada de los medios era la publicación de artículos “en los que se califica la operación que se está llevando a cabo como un ataque, una invasión o una declaración de guerra”.
Incluso mientras se desarrollaba una feroz batalla por Kiev el sábado por la mañana, un comunicado del Ministerio de Defensa ruso sobre la situación en Ucrania no mencionaba la capital ucraniana ni ninguna baja rusa. El ministerio, que suele publicar diario elegantes y copiosas imágenes de los militares rusos en acción, no publicó ningún video de sus operaciones de combate en Ucrania.
Además, el canal de noticias estatal ruso mostró el sábado imágenes de un día pacífico en Kiev para intentar contrarrestar los videos de violencia que se difunden en la red social Telegram. “Como pueden ver, la situación en las ciudades es pacífica”, aseguró el presentador. “No hay explosiones ni atentados, a diferencia de lo que escriben algunos canales de Telegram”.
Un indicio de la posible oposición se produjo el sábado cuando Mijail Matveyev, un legislador comunista que había votado a favor del reconocimiento de Putin de los territorios separatistas respaldados por Rusia, escribió en Twitter que lo habían engañado. “Yo voté por la paz, no por la guerra, y no para que bombardeen Kiev”, escribió.
El factor determinante de lo que viene, desde luego, será lo que ocurra en el campo de batalla en Ucrania: cuanto más dure la guerra y mayor sea la pérdida de vidas y la destrucción, más difícil será para el Kremlin presentar la guerra como una operación limitada no dirigida contra el pueblo ucraniano.
Andrei Kortunov, director general del Consejo de Asuntos Internacionales de Rusia, una organización de investigación cercana al gobierno ruso, dijo que creía que el Kremlin esperaba que los combates no duren más de dos semanas.
Si Rusia forzara una capitulación del Ejército ucraniano en ese tiempo, con una destrucción limitada y un número limitado de bajas rusas y civiles, explicó Kortunov, Putin debería contar con un apoyo interno continuo.
No obstante, si la guerra no continúa según el plan, advirtió Kortunov, el país podría ver “graves consecuencias en materia de política y de la popularidad de los dirigentes”.
“La victoria anulará mucho, no todo, pero sí mucho”, afirmó Kortunov. “Si no hay victoria: entonces, puede haber algunas complicaciones porque, por supuesto, muchos dudan que no haya otras alternativas políticas”.
Había señales de que los últimos días eran solo el comienzo de un nuevo capítulo en el conflicto de Putin con Occidente y de su represión de las libertades en casa. Dimitri Medvédev, vicepresidente del Consejo de Seguridad de Putin, especuló el sábado mediante una publicación en las redes sociales que Rusia podría reintroducir la pena de muerte o confiscar los bienes de los extranjeros en Rusia como respuesta a las sanciones occidentales.
“Apenas está empezando lo más interesante…”, escribió.